En 2014, el nadador de larga distancia Adam Walker fue salvado del ataque de un gran tiburón blanco por un grupo de delfines. Obsesionado por este extraordinario encuentro, Adam no ha dejado de pensar en aquel día. ¿Por qué lo hicieron?
Sabemos que los delfines son curiosos y juguetones, pero también que son capaces de resolver problemas matemáticos, que tienen un agudo sentido de autoconciencia, y que poseen un lenguaje tan preciso como el nuestro.
¿Podría pensarse que los delfines son nuestros homólogos acuáticos? ¿Qué esconden detrás de su permanente sonrisa? Una cosa parece clara para los investigadores: en veinte años seremos capaces de comunicarnos con ellos.
Sábado 2 a las 18.45h